Sobre el nuevo recuerdo de Ezequiel

Mucho me ha gustado tu nuevo recuerdo,maestro,sobre el oficio o más bien ocupación, de vecero.
Mucho me ha hablado mi madre sobre tal asunto, de cuando a ella la tocaba por turno e iba con nuestro apreciado Heraclio, tantos años pastor en Grandoso y tan sencillo como grandísima persona. Tu relato me recuerda punto por punto las historias de tu paisana. De las mojaduras tan grandes que a veces pillaban, de las nubes tan tremebundas que por la zona de la peña de cruz había en aquellos tiempos. De tener que bajar al pueblo a avisar a los paisanos para que subiesen con carros para transportar las ovejas medio arrecidas de frío. Yo recuerdo de pequeño cuando viví en Grandoso la gozada que era lo de esperar el rebaño, siempre me resultaba curioso ver como las ovejas conocían perfectamente el corral donde habían de meterse y como salían los corderillos a esperarlas para obtener su ración de teta.Nunca se equivocaban de mamá, y eso que todas parecían iguales... y es que la madre es única e irrepetible.¡Qué bonito!

Hola a todos:
Hace ya mucho que leí este comentario y El Recuerdo de Ezequiel pero me daba una pereza escribir.... Estuve mirando todos los días a ver si escribía mas gente, ¡pero nada!!
Felicidades Ezequiel!!! que bien retratas esos momentos pasados, historias que nos cuentan nuestros mayores y los no tan mayores como mi tío.
A mi por suerte o por desgracia no me tocaron hacer esas cosas. Todavía conocí a Heraclio viviendo en Grandoso, aunque ya solo viviendo en casa Victoria. Pero de vez en cuando iba a mi casa.
Bueno, yo casi no puedo contar nada mas. Algún corderín si se acababa extraviando y al pequeño de casa le tocaba ir a ver a sus vecinos. ¿hay cordero forastero???

Gracias Trotamundos; gracias, Álvaro, por leer todavía esos mis pobres recuerdos.
Trotamundos, ya sé que a veces se pasaba frío, y se cogían unas mojaduras de aúpa (qué bien informado estás); esos días, nosotros en la cocina bien calentitos. Si es que no nos escabullíamos y pescábmos la misma mojadura en el corral.
Álvaro, también teníamos que ir a buscar a algún corderillo, y no tanto, que había confundido la corte. Como algún día, por despiste, entraran en casa ajena, la teníamos liada; sobre todo si encontraban mejor pesebre. Por querencia, repetían. En un par de días, no obstante, el amo de ese exuberante pesebre la espabilaba a cachavazos.
A propósito os contaré una anécdota verdadera, como todo lo que yo cuento.
Resulta que mi mujer es "urbanita", y no entiende ni entendió nunca nada de cosas pecuarias.
En una ocasión, estudiante de primaria, visitaron con la clase una granja, y por casualidad vieron nacer un ternero y cómo la vaca le lamía. Asustada exclama gritando a la maestra:
-Señorita, señorita, ¡que la vaca se está comiendo al ternerillo! ¡Anda ya!
Pero la anécdota que os quiero contar es otra. Y sucedió en Llama, con mi mujer también de protagonista.
Es sabido que cuando llegaba la pequeña cabaña a la corte se las contaba al entrar por la puerta. Y aquel día, le tocaba "pasar lista" a Jesús, sí, al primo, Jesús el de tía Goya.
-Falta una, y es la que tiene la cara pintada de negro por la derecha; esa se fue con las de Veneros. Parece que allí tienen mejor carnero.
Y mi mujer, "la urbanita", que presenciaba la escena, pensando que el primo se estaba pniendo una medalla, le dice:
-Anda, Jesús, vas a conocer tú y saber cuál te falta, si todas son iguales... Jasús, que como buen labriego y ganadero que era no tenía un pelo de tonto, la supo convencer, al tiempo que se producía este diálogo:
-Vamos a ver, tú de qué trabajas
-Soy maestra.
-Y ¿cuátos alumnos tienes?
-Unos treinta.
-¿Les conoces a todos?
-Claro, a los ocho días, hasta en sueños les ubico a cada uno en su pupitre. Y a los diez, conozco sus nombres y apellidos.
-Pues yo llevo años viendo y contando estas cuarenta y dos ovejas cada día, ¿quieres que no las conozca a ellas y sus costumbres?
Convencida, no sé si del todo.
Jesús, rpimo, perdona que te haya nombrado y descubierto. Es sencillamente para decir a los que nombro más arriba, que otros tiempos fueron diferentes; ni mejores ni peores. Dejémoslos en "cambiados"

Pues sí que tenía mérito el conocimiento de las ovejas que tenía Jesus, pero en defensa de tu Sra. Esposa,querido Ezequiel, yo creo que es más difícil conocer un rebaño de ovejas que otro de alumnos. Recuerdo un pastor que hubo en el pueblo que llevaba a diario las ovejas de los dos pueblos, Llama y Colle, Juvenal se llamaba si mal no recuerdo, que conocía cada oveja y la emparejaba con su dueño sin lugar a ninguna duda. En alguna ocasión hablando con él en la collada me quedaba la duda de si sería verdad o me tomaba el pelo: “esa es de Pablo, aquella es de Isidro, aquella otra es de Elias” Y es que hay sorprendentes habilidades cuya adquisición no pasa necesariamente por caros postgrados en la escuela de negocios. La vida siempre es eficaz escuela cuando sabemos estar atentos a la jugada.